Ya estaba decidido, me iba a Marruecos en las vacaciones de verano. Era julio de 1994…!
El año anterior había estado en Egipto con una compañera de trabajo, pero esta vez…esta vez era diferente, me iba sola!!
Sí-sí, un viaje organizado en un grupo en el que no nos conocíamos ninguno… y yo sola.
El típico tour de autobús con guía y micrófono que te van explicando lo que vas viendo por el camino, igual que años atrás hiciera mi madre en su ciudad natal, Lisboa y de alguna manera, aunque sólo fuera controlando su grupo, también lo hizo en el país que yo ahora iba a visitar, Marruecos
– ”Y aquí a la derecha, podemos observar como el paisaje en esta zona de la región, es muy verde llena de palmeras de ricos dátiles…”
El típico tour de paradas para comer y estirar las piernas.
– ”Atención: parada de 2 horas para comer!! A las 15.00h en punto, toda la gente en la puerta del autobús para seguir la ruta programada, por favor!!
El tour de varias paradas en el camino para 6 ó 10 fotografías, con poco tiempo, a ritmo de japoneses con la “Canon” echando humo y flashes cegadores.
A dia de hoy, no lo haría así, con seguridad absoluta no…
Una vez más, el típico tour de 50..??? 60 personas??? De diferentes edades y ciudades españolas, alguna persona extranjera también. El sitio de encuentro y partida era Madrid.
Yo era la benjamina del grupo, la niña madrileña y sola, estaba viajando sola a un país musulmán…
Recuerdo vagamente a una pareja de luna de miel, un matrimonio viajero, un grupo de familiares y un señor de unos 63 años, que era el más mayor de todos.
Este señor se llamaba Julio. Muy amable, fue el “abuelo” del grupo y fue sentado conmigo en el autobús casi todos los días.
Julio, en otras ocasiones ya había viajado a Marruecos y su hobby era escribir poesía . De hecho, había publicado un librito de pocas hojas, del que llevaba un ejemplar encima.
Me lo regaló de recuerdo pero antes, me lo quiso dedicar.
– ”Raquel, sabes cuál es tu nombre aquí, en Marruecos?”
– ”No, cuál es?”
– ”Zaida, a las Raqueles marroquíes les llaman Zaidas, bonito verdad?”
– ”Si, en serio? Qué bonito!”
Nunca supe realmente si esto era así, o formaba parte de las historias de las 1000 y 1 noches, el lugar era el propicio para ello. En todo caso, me gustó tanto que lo dejé estar en mi propia historia.
Después de aquel viaje, mi primer viaje sola al extranjero, ya que no contaban las múltiples idas y venidas desde que nací a casa de “Vóvó” en Lisboa, nunca más tuve contacto con nadie del grupo. Nunca más supe de Julio, nuestro “abuelo”. Pero su pequeño regalo poético, tiene un hueco en mi libreria.