Percusión, tambores, castañuelas de metal, música, ausencia de silencio…
Si-si, esto es Khamlia, el pueblo de los negros.
A través de su folclore y música, mantienen viva su memoria contándonos que hace siglos fueron esclavos.
Se expresan como un lamento, un “quejío” que diría un flamenco andaluz del reino de España y olé. Mi reino, el que me ha tocado en el sorteo, donde he nacido. Y poniendo fronteras, como de costumbre, así somos… triste pero cierto
Los habitantes de Khamlia en su día decidieron que se acababan, al menos para ellos, las fronteras humanas ya que de momento para las fronteras físicas, falta mucho por recorrer.
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Actualmente y a través de su folclore y música, mantienen viva su memoria contándonos que hace siglos fueron esclavos.
Esclavos de esos que salen en las producciones hollywodienses, atados por los tobillos con cadenas, sudorosos, fuertes y guapos, todo hay que decirlo…guapos también.
Aunque eso de fuertes me parece más algo de película que de realidad. Eso de enfrentarse al león de turno o al gladiador y salir victoriosos me da que no, tiene más pinta que la realidad es que estarían flojitos y posiblemente algo desnutridos.
Las castañuelas gnawa metálicas y grandes, nos recuerda y de eso se trata, al sonido de las ataduras que llevaban en tobillos y muñecas en el momento mercantil.
Y los bailes que se pegan, ay!! esos bailes de movimientos laterales y dando vueltas. Más de lo mismo. El espacio que les debían dejar entre cadena y cadena tobillera, me parece que debía ser de pocos centímetros por si acaso tenían una posibilidad, por remota que fuera, de escaparse. Pensamientos sin pies ni cabeza, claro.
Y así es su música, su baile y sus historias reales de antaño llevadas a una fiesta y celebración continua y diaria. Y esto es simplemente maravilloso.