Niños, siempre niños.
Tan curiosos, naturales y libres para todo.
Los niños nómadas del desierto, viven aquí en sus khaimas, sin luz ni agua corriente y con un techo de pelo de dromedario, o de estrellas.
Tan alejados del mundanal ruido y a su vez cercanos, les llama la atención los teléfonos, que te «arrancan» de las manos para cotillear todo lo que sus retinas puedan alcanzar y retener.
Y los usan, saben de sobra cómo se usa el Android o el IPhone de moda.
Van directos a la aplicación para tunearte las fotos y poner caritas o complementos varios. Van directamente a buscar las fotos y videos en los que se buscan a ellos mismos sabiendo que ahí estarán en mi teléfono, en tu teléfono, en el teléfono de todos…es su conexión a otro tipo de vida.
Y se ríen, les gusta, les hace gracia y ven el video una y otra vez desgastando las baterías de los minutos que estaremos allí con ellos, exprimiendo parte de nuestras vidas haciéndolas suyas por momentos.
No saben mucho del «exterior» de sus latitudes, salvo unos 8-12 kilómetros en su perímetro de paseos diarios de trashumancia con sus cabras o con el burro, cuando van a buscar agua a los pozos. Pero se les ve felices.
No saben mucho del «exterior» de sus latitudes, salvo unos cuántos kilómetros más cuando, con una sonrisa de oreja a oreja que no les cabe en la cara ni en el alma, se vuelven conductores improvisados por un momento sentados en el regazo de los guías mientras mueven el volante sin llegar a los pedales igual que de pequeños, todos nosotros, hemos hecho con nuestro padre. Pero se les ve felices.
No saben mucho del «exterior» de sus latitudes, salvo cuando ven e intuyen que detrás de estas dunas donde viven, la gente tiene una vida diferente.
Una vida tan diferente que quizá anhelan, quizá desean, quizá…
Quizá cuando crezcan digan, como me han dicho a mi más de una vez, que la mejor enseñanza que han tenido no ha sido en el colegio, el que puede acceder claro, si no la enseñanza de vida de nómada que tuvieron de pequeños con todo lo bueno y con todo lo “menos” bueno. Y lo dicen felices, aunque les gusta también la otra vida.
Y quizá cuando escuchas esto, sólo puedes pensar que una vez más te acaban de dar una de aprendizajes a lo bruto.
Y quizá cuando escuchas esto, sólo puedes pensar que a lo mejor no les hace falta nada de lo que creemos que no tienen y les haría falta.
Y quizá cuando escuchas esto, sólo puedes pensar que eres capaz, por fin, de dejar de mirar tu ombligo por un momento en tu vida. Esa vida acomodada que te lleva a pensar que hay otras vidas, otras visiones, otras situaciones y que al margen de unas comodidades obvias que estaría bien que pudieran tener, por el resto, son mucho más felices y sencillos que muchos de nosotros.
Y por qué? Porque simplemente no les hace falta muchas de las cosas que llenan nuestras vidas “vacías”.
Perspectivas sin más?? Puede ser, aunque una pizca de soberbia y falta de humildad también, en la mayoría de casos.
En todo caso, soy de las que opina, que en el equilibro está lo correcto. Ni tanto de todo ni tan poco de mucho, ni tanto de nada ni “tan mucho” de poco. Tanto da, que da lo mismo ya que no se trata de renunciar a las comodidades que nos han sido dadas por geografía o cultura, simplemente saberlo y tenerlo presente.