UN DESAYUNO DE RAMADÁN, UN VIAJE EN “SUPRATOURS” Y UNOS DÁTILES…

Pleno Ramadán, julio de 2014 con 54 grados de temperatura y un solete que lucía bien fuerte. Apenas cuatro años atrás.
Hoy, 17 de mayo de 2018, empezó Ramadán un año más.

Por aquel entonces ya estaba viviendo en Marruecos desde hacía unos meses, pero me había ido unos días a España en una escapada “legal-obligatoria”. Mi vuelo de vuelta europeo, llegaba a Marrakech y ahora tocaba llegar a mi casa, en Hassilabied en el desierto de Merzouga,. Náaa 600 km de nada. Si-si, de nada, toda una aventura, como siempre divertida. Una más en mí haber por estos mundos de Allah!!!!

Empecé a contactar con todos “mis chicos” haciendo una red de tela de araña telefónica echando humo. Recuerdo esperar tres días en Marrakech, para ver si algún amigo o mis propios chóferes, también amigos claro, iban a volver al pueblo con algún grupo y me podían llevar.

Esto es algo habitual que hacemos todos, pero yo en especial con más ímpetu por un motivo especial y es que aunque hay bús de línea, me da un miedo atroz cruzar el puerto de montaña de Tizi´N Tichka con el autobús “Supratours”.

No me dan miedo las alturas, no tengo vértigo y me encanta el Tichka que es sencillamente precioso, pero me mareo y lo paso fatal y no hay pastilla “para el mal del transporte” que me sirva si voy en un autobús.
Y a eso se le suma que, lo reconozco, las curvitas con el bús SI me dan miedo. Ahora han arreglado la carretera y la han dejado estupenda, pero esta vez, decidí que sería la última que viajase en el Supra en este recorrido.
Para mi es siempre un “sin-vivir” cada vez que tengo que volver al desierto desde Marrakech o al contrario, la misma película se repite constantemente y con que alguien me lleve hasta Ouarzazate ya me vale, del resto del trayecto que no es moco de pavo, ya me ocupo yo. Pero no siempre lo consigo.

A lo que iba. Esos días de espera en Marrakech, parecía que serían fructuosos encontrando un chófer que me llevaba dos días después, otro que me acercaba a Ouarzazate, uno que me llevaba en 4 días etc-etc…y al final por el motivo que fuera, no podía ser. Ya estaba cansada, harta y algo estresada, además de aburrida, de estar en Marrakech y con muchas ganas de llegar a mi casa en el desierto.
Finalmente compré un billete para ir al día siguiente en el autobús. Me iba haciendo la idea: 12 horas o más de trayecto. Mareos, Raquelita. Estómago revuelto, Raquelita. Caramelos de menta, Raquelita. Respira, Raquelita. Quédate despierta toda la noche y así dormirás un buen rato, Raquelita. Música en el Mp3, Raquelita. Lleva agua Raquelita… Todo me servía y de nada me sirvió. Palmé. Palmé pero bien, como siempre.

A la hora de salir de Marrakech y un rato después de Ait Ourir ya estaba verde, morada y amarilla de una sola vez y claro, como era de esperar, la cena de la noche anterior y mi primer biberón formaban ya parte del pasado y nunca mejor dicho.
Los caramelos de menta volaban entre mis manos y eran repartidos entre pasajeros cercanos a mi asiento que se encontraban igual que yo, que casualmente, eran todas mujeres. Solidaridad frente a este malestar con todos.
Pero al ser Ramadán, más de una lo rechazó agradeciendo y seguramente en contra de su voluntad, pero eso es otro tema y cada cual sabrá.
El resto del recorrido con algún episodio algo molesto, pero menos agresivo y una vez pasadas las curvas, todo transcurrió con normalidad y echando alguna cabezadita agradecida, dándome coscorrones contra la ventanilla.

Consciente de ser la fecha que era y que aunque a mí no me toca para nada lo religioso y son normas que conmigo no van, bebía agua de tanto en tanto en pequeños sorbos y medio escondiéndome en el turbante que siempre llevo al cuello. Simple y llanamente respeto a mis compañeros de viaje, que esto no cuesta nada.

Ya llevábamos 6, 7…9 horas en el bús y no veía el momento de llegar. Los 150km finales parecía que se duplicaban para llegar a Errachidia con la parada reglamentaria, momento en que me desperté de un rico letargo. Se bajó mucha gente dando aire a un espacio algo cargado de respiración densa. Me alegré de verme en esta ciudad, sabiendo que faltaba poco relativamente. Las horas iban pasando y por momentos el calor apretaba a la par que aflojaba según pasaban los minutos y segundos.
El camino como siempre precioso, nos había estado acompañando durante todo el recorrido el Alto Atlas con los pueblos de adobe y pequeños oasis palmeriles verde-que -te-quiero-verde que asomaban vergonzosos en medio de la nada. Ya poco a poco, me iba oliendo a desierto, me iba oliendo a “estar en casa”, me iba oliendo a cercano y por fin llegamos a Rissani, el último punto “civilizado” antes de llegar al desierto, como digo yo. Sólo faltaban 35 km para pisar el desierto, ya podía tocar las dunas.

El sol empezaba a esconderse, debían hacer unos 35-37 grados, qué fresco más rico!!!! Y como es habitual también aquí, se hace parada de unos minutos para que bajen pasajeros. Nos quedamos 4 personas en el autobús: Un chico atrás del todo que iba medio dormido, un señor casi delante con aspecto muy musulmán con barba y una djelaba marrón que recuerdo muy bonita, el conductor del bús y yo que entre tanto ya me había ido cambiando de asiento varias veces hasta ponerme en una primera fila para disfrutar lo que faltaba del viaje. Era la única mujer y la única extranjera desde la última parada en Errachidia, me había fijado de este detalle. Quién en su sano juicio viaja en ramadán y en verano al desierto? Yo, claro, ya que es un error pensar que en el desierto hace más calor, porque no es así…hace igual o incluso dos grados menos que por ejemplo en Marrakech.

Lo que iba a ser una parada habitual de máximo 5 minutos, se alargó. Yo ya había bajado del bus a respirar el aire pesado de la calle y empezaba a estresarme y a no saber si hacer flexiones y estiramientos en mitad de la calle o echarme a llorar, no podía más por Dios, por Allah!!!! No entendía porque no arrancábamos de una vez, y lo que no entendía era si acababa el recorrido aquí, que no era lo normal o qué narices estaba pasando, no le podía preguntar a nadie, porque estaba yo sola ya que todos habían desaparecido!!!
En ese momento, algo me hizo salir de mi estado de ego total, sin darme cuenta que si yo lo estaba pasando mal, los demás también igual que yo y encima ayunando. Ya-ya…igualmente eso no justifica, yo no obligo a nadie a semejante locura por supuesto a mi parecer, ya que cada uno es libre. Pero al margen del ayuno, todos teníamos algo en común: el calor, las horas sentadas, las piernas dormidas y el cansancio.

En ese momento…ay!! En ese momento lo entendí todo. Se acababa de romper al ayuno. Ramadán ese día, llegaba al final. Bendito sea el atardecer y el sol poniéndose en el horizonte, no por mí, pero si por la gente que por ahí pululaban y por fin arrancamos de nuevo trás 15 largos minutos de espera.
El señor barbudo, el de la djelaba bonita, el de la barba con aspecto muy musulmán, se sentó a mi lado y me sonrió. Le sonreí también. Sinceramente me fastidió un poco porque el autobús estaba vacío y se podía sentar en cualquier asiento pero entendí que a él también le apetecía ver en primera fila cómo llegábamos a casa.

Al salir de Rissani y en la primera curva, el barbudo sacó de su mochila una bolsa. Le había visto entrar en una tienda en Rissani en la espera en esta ciudad, pero lo que no me esperaba es que hubiera comprado agua y dátiles para los 4 que íbamos en el bus!!!!! Marruecos y su gente, nunca deja de sorprenderme.
Me miró y me dijo con una voz masculina, cariñosa, algo paternal y muy dulce, mientras me abría la bolsa de dátiles y me ofrecía una botellita pequeña de “Sidi Ali”, lo que viene siendo en España una botella de agua Lanjarón.
-“Madame, Tish-tish” (come-come)

Por supuesto acepté encantada coger 2 dátiles mientras me decía que cogiera más, “bzaf”, y al decirle agradecida que no más y viéndome un tanto apurada, él mismo metió la mano en la bolsa y sacó un puñado de dátiles que puso en mi mano. Después alargó el brazo al conductor en la misma operación y acto seguido se paseó hasta el final del bús para hacer lo mismo con el otro chico, al que invitó a sentarse cerca y a compartir los 35 km que faltaban hasta casa y a unos cuantos dátiles más.
Yo no podía estar más alucinada de ese momento, igualito que hubiera pasado en España, pensaba yo,(léase con ironía, por supuesto). Todos ellos ya habían comido y bebido algo en esa larga parada en Rissani, de ahí que desaparecieran y tardáramos tanto en continuar. El resto del camino íbamos todos charlando, habían recuperado fuerzas, aunque yo no me enteraba de nada.

En aquella época, el autobús no tenía parada en mi pueblo Hassilabied y siempre le pedía al conductor que me dejase en la gasolinera para llegar a mi casa andando en un paseo de 2.62 km que reza el cartel, distancia ideal para caminar después de 12 horas o más sentada, ya que se agradecía en las piernas incluso cargada de maletas. Y así fue. Llegamos a la gasolinera “Afrikia”, me bajé, me despedí de mis 3 nuevos amigos, cogí mis maletas y en un paseo que me supo a gloria, llegué a mi casa.
Después de este día, decidí que nunca más montaría en un ”Supratours” en el recorrido Marrakech-desierto-Marrakech y así ha sido.
A día de hoy, sigo esperando en Marrakech muchas veces y en ocasiones encuentro alguien que me lleva y en otras tantas, me voy en taxi compartido tardando lo mismo o más y subiendo y bajando de taxi hasta en 6 ocasiones para esos 600 km de nada que separan el caos Marrakchi de la paz de mi desierto.
Un nuevo Ramadán arrancó hoy, después de casi 1 año, igual que ese autobús arrancó conmigo por última vez, después de 15 minutos de espera que nunca llegaban un día cualquiera de julio en 2014. Vuelvo a comer dátiles estos días y muchas veces durante el año, lo que no sé, es si volveré a comerlos en un autobús acompañada de tres personas en una situación algo pintoresca y dándome de nuevo una bofetada de realidad que por supuesto acepto muy gratamente.
Ramadán Mubarak a todos!!!

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