Aquí estoy, en Marrakech, en una ciudad atrapada por el ruido y espectacularmente caótica.
Siempre con un toque francés que parece que le pega más a estas horas con esa elegancia que acompaña a la Plaza Djmaa el Fna, por tener a la mezquita de la Koutubia protagonista indiscutible y en sus funciones de vigilante y observadora.
Llena de burros con carros, bicis y motos…sin tiempo, sin compromisos horarios.
Con el mercurio en una treintena pegajosa y seguida muy de cerca con un blanco impoluto en la cima nevada del Atlas.
Mucho sol, a veces cegador.
Mucho olor, mucho color, mucho sabor…
Aroma de «La vaca que rie» en su versión francesa “La vache qui rit” como si fuera un triángulo de queso sonriente.
Mucho té, como siempre-y-siempre hirviendo… shoukran bzaff.
Palmas, tambores, cuentacuentos, flautas, serpientes, henna, malabaristas, aguadores, zumos de naranja-pomelo-granada…
Bienvenidos a Marrakech, esta vez de noche. Marhaba!!!