Apenas eran las 3.15h…me desperté como si hubiera dormido 8 horas, hacía casi 210 minutos que apagaba la luz, parecía como si fuera ayer y lo era. Efectivamente, ya era hoy
Di vueltas en la cama buscando el sueño, pero acabé por encontrarlo sin darme cuenta.
Me volví a despertar con calor, apartando medio edredón «de primavera» y quitándome los calcetines.
Era noche cerrada y al mirar la hora me sorprendió ver las 5.29h…desde que han cambiado la hora, sin haberla cambiado, esto es un jaleo tremendo.
Tic-tac…Tic-tac…
5.40h empiezan a pegar voces desde la mezquita, llamando a los fieles a la oración «Allah no sé qué más» repite insistentemente el «muacin».
En las siguientes frases dice «Allah l’kbir!!» y ya tiene que ser grande el tipo, para hacer levantarse a (casi) todos sin rechistar!!
Me alegra escucharlo «bzaf». Me saca una tonta sonrisa en el ruidoso silencio nocturno. Me gusta mucho escuchar la llamada a la oración de día o de noche, que sigue oscura y muy luminosa de estrellas.
Me doy cuenta que de tenerlo tan integrado en la mente, apenas lo escucho cada día y ahora caigo que ayer, pasadas las 12.00h, tomando un té con cacahuetes en Tanamouste, escuché la llamada a la oración como si me la cantaran al oido y me estuvieran invitando a rezar.
Y es que tenía la Mezquita a 50 metros de los cacahuetes y de mi bici, «La Berebi» compañera inseparable a diario y de diario.
6.13h, sigo leyendo un blog que encuentro interesante, una entrada tras otra, cuando vuelven a cantar para llamar a los rezagados.
Tengo frío desde hace rato, ya me tapé otra vez. Presiento que este invierno será fresco de nuevo y aunque por el día aún rozamos los 25 grados en el desierto, no aguantará muchas jornadas más, lo intuyo.
Me lloran los ojos y bostezo sin parar, voy a dormir un rato hasta que la luz del día me despierte de nuevo.
Sigue siendo de noche, cada vez menos oscura y sin ruido, aunque ya escuché a través del grueso adobe que me separa de la calle, algunos pasos caminar lentos pero firmes y fieles al encuentro de familiares, amigos y vecinos en la mezquita.
Echo de menos a mis vecinos peludos, cuatro dromedarios que tenía delante de mi dormitorio que gruñían siempre por la noche.
A estos tampoco los escuchaba de tan integrados que los tenía, al igual que al «muacin», pero en alguna noche como la de hoy, me acompañaban en el insomnio del reloj de mucho en mucho y hoy, la noche se duerme en mis ojos abiertos.
Cuando vuelva a despertar, el pan ya estará horneado y el sol lucirá bonito.
Son las 7.10h, comienza a clarear y escucho un gallo tardío en la lejanía cercana que me sirve de mantra, casi de “nana”.
Se me cierran los ojos. Buenos días, aun nocturnos.