Hoy tuve un encargo especial.
Debía cantarle una nana a la luna junto a su séquito de compañeras estelares haciéndome el coro y prepararle el desayuno al sol.
A la canción le faltó entonación, y es que una no ha ido en su vida al conservatorio.
Al café le faltó algo de tueste, y es que Colombia es mi asignatura pendiente, entre otras.
Por eso preferí que cada uno siguiera los pasos que le tocan, los que de manera natural han de hacer. Y me senté a esperar.
La luna se fue a dormir y el sol nos sonrió tras la frontera argelina. Un día más, una noche menos.