Ya conocía Marruecos, pero nunca había estado en el desierto.
A mi hermana y a mí nos apetecía disfrutar de unos días de relax y pensamos en ir a conocer esta zona.
Mi hermana también había estado en varias ocasiones en este gran país, pero tampoco ella había llegado hasta este lugar del sur, el Erg Chebbi de Merzouga: el desierto!! Hablábamos antes del viaje dudosas de hacia dónde ir…
-“Vamos al desierto de Zagora o al de Merzouga?
Hay más desiertos, pero por aquel entonces, todo era sorpresa para mí. En ambos teníamos contactos y nos daba igual uno que otro, aunque mucha gente nos había recomendado ir a Merzouga.
Así hicimos, aunque finalmente nos decidimos por este desierto, porque nos dio mejor sensación, o no se bien qué, intuición tal vez??? Puede…
Lo escogimos por un juego que hicimos para dejarnos llevar por el corazón de hacia qué lado seguir…como el que tira una moneda al aire y escoge cara o cruz, algo así pero escuchando a nuestro Pepito Grillo y acertamos. Siempre se acierta cuando lo que se dice y se hace, es con el corazón.
LLegamos de noche y agotadas, no se veía nada, hacía mucho viento y las nubes amenazaban lluvia!! Sí-sí… lluvia en el desierto.
Por la mañana el día seguía igual y temíamos no poder salir con los dromedarios a pasar la noche en el campamento. Nos dijeron que había días de tormenta de arena o lluvia como este y que “La Gran Duna” no se veía y eso que la teníamos justo delante!!
Estuvimos callejeando por el pueblo. Se puso a llover finalmente y como las calles son de arena, el barrizal era tremendo, así que acabamos en la escuela de Merzouga donde el profesor nos enseñó las instalaciones y donde la “Asociacion África Nomadar” hacía y hace una excelente labor con las mujeres y los niños del pueblo.
Después de comer, comprobamos que lucía el sol, qué bien!! Así que nos fuimos con los dromedarios al campamento…Según nos íbamos adentrando en el desierto, me parecía todo más impresionante.
Había chiquillos que hacían surf con cartones, tirándose duna abajo, se reían, disfrutaban, era una maravilla escucharles…
LLegamos al campamento, donde nos dieron té de bienvenida, risas y sonrisas, cachondeo, tambores, la cena… Y nos propusieron subir La Gran Duna, aceptamos por supuesto!!
Allí estábamos en medio de la nada escalando una duna gigante que nunca se acababa… en aquel momento, yo no conseguí subir hasta la cima, estaba agotada del esfuerzo de subir. Es increíble lo que desgasta y preferí quedarme a la mitad en soledad conmigo misma.
Los demás siguieron subiendo, acompañados de Mustapha, Hammid, Musta, Hassan…
Vinieron a buscarme en 2 ocasiones, pero dije que no.
Era una maravilla disfrutar ese espacio, ese minuto, ese segundo, ese lugar, ese…tiempo sin reloj
Estaba allí sola, sentada encima de la duna, arropada por un inmenso manto de estrellas. Jamás había visto tantas juntas, incluso alguna fugaz…acabé tumbada en la fría y suave arena, mirando sin pestañear para no perder ni una sola.
-“La lluvia de estrellas de Agosto, debe ser acojonante!!!” Pensé
En este instante supe que “estaba tocando estrellas con las manos…” y lo mejor, es que no sería la última vez pero en ese momento, aún no lo sabía…
Se escuchaba a lo lejos las charlas de los dromedarios, las risas de resto del grupo y una tamborada en otro campamento cercano. Daba igual, yo me abstraje de todo y cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, fui capaz de ver otras dunas. Estaba todo lleno, como un mar, sereno-tranquilo-inmovil-equilibrado-fuerte-poderoso-IMPRESIONANTE!!
Dormimos y llovió esa noche, me parecía increíble que, con lo poco que llueve en el desierto, pudiera estar lloviendo ahí en ese momento, o eso creía yo. Más adelante, he podido comprobar que llueve poco sí, pero más de lo que creemos…
Al amanecer nos despertaron y allí estaba yo de nuevo. Solitaria entre la arena con la única compañía esta
vez del sol que despuntaba con fuerza en el horizonte y un pequeño escarabajo negro y brillante, al que saludé ofreciéndole mi mano y a la que se subió sin miedo…
Con sus patitas hacía dibujos en la arena, que junto a las que ya había de la lluvia caída por la noche y el viento, parecían el lomo de un lagarto o la piel de una serpiente, tan fresca y suave como el tacto de la arena.
De vuelta al pueblo, queríamos hacer algo diferente a lo típico turístico y… ”pide y se te dará”…
Sin saber muy bien cómo, nos encontramos mi hermana y yo, pegando botes y palmas en una boda de nómadas bereberes. Era el contrapunto perfecto a la tranquilidad del desierto.
A día de hoy he vivido bastantes bodas bereberes que me siguen sacando más de una sonrisa, pero nunca, cómo esta primera vez!!
Era un gran jaleo de gente, colores, risas, amabilidad, hospitalidad,familiaridad, cariño, turbantes, cous-cous, pastas, té, mucho té!!!
La boda siguió, durante tres días, lo típico aquí y nosotras nos fuimos con el deseo cumplido de vivir una experiencia única en nuestro viaje por el desierto!!
Por supuesto, me quedé con ganas de más y pensé que esto tenía que repetirlo… y en ello estoy.
Ahora vivo aquí, en el desierto de Merzouga, en este lugar mágico al que un día llegué casi de casualidad, casi sin programar y casi sin pensar.
Y sigo de cuando en cuando, apareciendo en las bodas bereberes de tres días y ahora ya sabiendo muy bien cómo, me invitan por ser vecina del barrio, por ser Rakil ”La Beldia” y eso es simplemente maravilloso, tengo mote!!