Hay una parte de Marruecos que es mi tarea pendiente para conocer y visitar. Yo también soy turista a veces y más en el país que tanto me gusta.
Siempre ando organizando viajes para los demás, situación que me llena el alma y a la que me dedico profesionalmente, pero…y mi viaje “pá cuándo??”.
Lo tengo por la mano y se supone que me resulta fácil organizar una auto-escapada pero no, no es tan fácil o a mí no me lo parece.
Circunstancias miles hacen que nunca se den los momentos adecuados para esos viajes y se quedan una vez más, pospuestos en mi cuaderno de pendientes. Con pena por mi parte y consternada, acepto que ya llegará el momento en el que la viajera sea yo, que se acaba convirtiendo en semanas, meses y hasta años!!!
Hace poco, llegó el día. En los últimos 9 meses y después de varios intentos fallidos, salí a “pasear” fuera de mis latitudes desérticas en tres ocasiones!!
En Noviembre hice un viaje medio preparado y muy deseado desde hacía mucho tiempo, por el centro de Marruecos.
En Diciembre, sin haberlo pensado y totalmente improvisado, fui a conocer zonas nuevas para trabajar, qué resultó ser un viaje más de ocio que de trabajo, por el Alto Atlas.
Y en Abril, de manera inesperada y sobre la marcha, conocí otros lugares que también tenía pendiente, pero esta vez de puro ocio, sin prisa, sin pausa y sin programa de ningún tipo, por lugares de mucha antigüedad.
Partí lejos de mi casa en el desierto, en estos viajes, ni más ni menos que a unos 1200km en línea recta y más del triple del recorrido visitado porque de recto, nada de nada. Bueno, a lo mejor exagero un poco y fue algo menos, pero me pareció muy lejos y además parte de los recorridos fueron en transporte público que en Marruecos es toda una aventura!!!
Con el de abril e improvisando momentos, dormí dónde paré y paré donde me apeteció. Más o menos modo moruno sin nada atado o muy poco, dejándome llevar y llevándome donde me dejasen. Conocí gente vieja de edad y vieja de sabiduría, con arrugas en la frente y en la cara, en los ojos y en la barba…
Así acabé en un mercadillo semanal en un pueblo que encontré a mi paso. Paré, desayuné, paseé y admiré cualquier artilugio curioso que se me antojó al momento, acabando con un regalo al cuello. Ni más ni menos que una «Mano de Fátima», símbolo de protección y divinidad, que acepté encantada y con encanto de aquel vendedor simpático, gracioso y amable, que creo fue más parte de un cortejo que un regalo en sí. Algo habitual, aunque como iba acompañada de mi amigo Alberto, posiblemente pensó que era mi marido. No es la primera vez que nos pasa a los dos y ahora que lo pienso, siempre tiene que ver con piedras varias y variadas.
Alberto compró unas lanzas prehistóricas, monedas antiguas para su colección, meteoritos a los que el vendedor pesó ”calibradamente” para ver la cantidad de gramos que contenía de verdaderos y no sé qué más. Mientras, yo me dediqué a mirar y a curiosear por los demás artículos, llamándome la atención un objeto con bolas, que al moverlo, comprobé que era un sonajero metálico
El señor del puestecillo ese tan majo, que no llegaba a categoría de puesto, lo tenía todo muy bien colocado como si se tratase de una tienda en “Serrano”, (calle comercialmente muy importante en Madrid y de gran poder adquisitivo). Al verme grabar y fotografiar, me dijo que nos hiciéramos una foto juntos, situación tampoco nueva en mi vida.
Estuvimos haciendo algunas instantáneas, que me pidió verlas, dándolas por aprobadas haciendo el signo de “okey” con el pulgar hacia arriba a la vez que repetía que la foto había quedado bien y a su gusto, “Mzyan-Mzyan!!” para acto seguido, hacer otro gesto con la mano significando que era muy guapa, “Swina Bzaf!!”.
Aquí en Marruecos no se quedan cortos a la hora de gesticular y «hablar» con el idioma paralelo de signos que se gastan, a menudo conocidos internacionalmente y otras veces siendo gestos muy marroquíes.
Qué por qué me regaló la ”Mano de Fátima”? Pues porque mi supuesto marido, Alberto, aunque fue barato para nosotros, se había gastado el dinero suficiente en esos objetos como para arreglarle el día y puede que hasta la semana…a saber.
Agradecido, sin más y algo de marketing también, porque ese tipo supo que algún día volveré, volveremos…cuándo? ni idea, pero mal encaminado no iba. Si vuelvo dentro de 4 años, es posible que yo no me acuerde de la sonrisa de sus arrugas, pero seguro que él, si se acuerda hasta de la matrícula de nuestro vehículo, lo juro!!!
No nos olvidemos que los árabes están considerados los mejores comerciantes del mundo y lo cierto es que no es para quitarles méritos, así es.