Este fin de semana pasado he estado preocupada. Una vez más mi tendencia occidental es inevitablemente esta, “pre-ocuparme”.
Es una de las asignaturas pendientes que tengo por aprender en Marruecos: no preocuparse innecesariamente ya que es un sentimiento «pre» del que ya habrá que «ocuparse» si llega el momento. Si-si, muy fácil decirlo, pero toca ponerlo en práctica y se complica el tema.
Estos días atrás, ha estado lloviendo mucho y un poco bruto por gran parte del país y claro automáticamente me viene a la cabeza noviembre de 2014 cuando llovió torencialmente. Yo lo viví “in-situ”, mucha gente perdió todo, hubo quien murió y hasta las autoridades mandaron refuerzos porque estábamos en estado de alerta máximaen zonas muy amplias. Fue muy agresivo lo que ocurrió y es que un país como Marruecos no está preparado para algo así, ni en infraestructuras, ni en medios, maquinaria o personal cualificado y lo malo es que es cíclico, cada equis años…zas, atiza de nuevo.
En el desierto, en aquel noviembre, no se notó mucho pero bastantes casas al ser de barro, quedaron afectadas. Una de ellas, la mía donde vivía por aquel entonces, que se vino abajo todo un lateral de unos 12 metros de fachada exterior…tan solo fue la lechada que recubría la pared y como los bloques de adobe son bien gordos no pasó nada más, ni tan siquiera humedad o goteras dentro de la casa.
Los días siguientes muchos señores, amanecían reparando tejados dañados en los que si entró agua, incluso alcanzando algunos desperfectos considerables, pero nada que lamentar en vidas humanas, animales o vegetales, insisto, en la zona de Merzouga.
En todo caso, apenas a 50km del desierto en la ciudad de Erfoud, el agua alcanzaba un metro de altura que yo misma pude comprobar alucinada y quedándome sin palabras, desde la ventanilla del autobús dónde iba montada. De hecho los bultos que llevaba en el maletero del bus, se empaparon.
Estos días, 4 años después de estos acontecimientos, estoy por unos días en España. Y es por eso que al verlo desde fuera me preocupé. Me han mandado vídeos de la plaza de mi pueblo donde el suelo no se veía y otro de la zona del desierto por donde corría un auténtico rio formado de la lluvia, con bastante fuerza y caudaloso aunque en altura no parecía mucho…
Esta zona de detrás de las dunas y cercanías, son mayoritariamente llanuras extensas no siempre planas, enfrentadas a las montañas que separan Argelia de Marruecos y donde a continuación comienzan parte de las pistas de Dakar y al momento me vinieron a la cabeza los nómadas que por ahí viven, como el niño Hassan y su madre Mama Addi, la familia del pequeño Assou que siempre va con churretes en la cara…y tantos otros más.
Estarán bien? Habrán tenido problemas? Estarán empapados cómo mínimo!!!!! Y el ganado que tienen?? Ay-ay!!!
Empecé a preguntarles a varios de «mis chicos» y todos al unísono me decían curiosamente «koulshi mzyan, Raquel. La gente de aquí, nosotros, estamos contentos y nos gusta el agua»
Y es que claro, todo lo que implica esto es maravilloso para ellos que han sido nómadas años atrás cuando vivían como estas familias, donde sus casas son unas khaimas de pelo de dromedario y están a merced del clima, haga bueno o malo.
Hoy en día siguen siendo nómadas pero de otro tipo. Ya muchos asentados en los pueblos y los más mayores a partir de 18-20, son capaces de recordar sus vidas anteriores cuando desde muy pequeños pastoreaban con sus rebaños, km y km diarios buscando alimento y agua, vida dura sin duda alguna…
Como dice una canción de «Tinariwen”, grupo musical bereber de Mali, que se escucha en cada rincón de Marruecos, “Aman Iman»que en bereber significa exactamente eso “el agua es vida!!!”
Ayer mismo Ibrahim, me mandó unas fotos de los nómadas y me dijo:
«Ves Rakil? Mira los niños jugando, te parece que estén mal?”
Es cierto, realmente me preocupé porque si hubiera pasado algo ya me habría enterado, pero…